Habana Roja de Sara Fernández

Por Leonardo Gil
El libro de cuentos Habana roja de la española Sara Fernández Rey, perteneciente a la Colección de literatura Los Conjurados, será presentado el jueves 27 de noviembre en uno de los espacios multiculturales más importantes de Sevilla (España), para iniciar su periplo europeo… Invitamos a los miles de con-fabuladores del país ibérico a este acontecimiento literario.

Una radiografía de la Habana no puede ser sino roja; no por el socialismo tropical que narra una historia propia desde aquel enero del año 59, no por el partido comunista que ubicaba en cada cuadra un miembro honorable para la guardia en las noches y a cuya inquisición jamás escaparía el olor de un trozo de carne de más en una casa vecina. Una radiografía de la Habana es roja porque el tiempo congelado en sus calles, cada vez más sepia, va cobrando vida, va haciendo de ellas un palimpsesto escrito por jineteras y cuadros revolucionarios que esconden la tentación en sus altas insignias; una radiografía de la Habana es necesariamente roja porque no hay historia posible en ella que no se viva con la fruición y el vértigo que sólo da experimentar el mundo en carne viva.

Habana Roja, es el primer libro de Sara Fernández Rey, española que pasa un tercio de cada año como médica voluntaria en la Habana. En esta colección de siete cuentos se recogen sus vivencias entre 1983 y 2006, dejando entrever las transformaciones que ha vivido la sociedad cubana desde los últimos años de bonanza bajo el ala de la URSS, hasta la paulatina recuperación, luego de la profunda crisis de los años 90, conocida como “Periodo Especial”.

Una voz cercana a la crónica, una serie de relatos que ponen en evidencia la dulce tiranía de los sentidos sobre la voluntad, agudizados por el calor y la sensualidad campantes, susurra al oído del lector las desventuras tras las calles de la Habana. Con el último trago de ron, bajo la piel de la jinetera, bulle la sangre con el ímpetu de las aguas del Caribe. Es entonces cuando, ante el desencanto del mundo, surge la traición (o viceversa) y luego el final ineluctable. Porque aunque toda vida desemboque inevitablemente en la muerte, habrá que decir con Sergio Daroca, que es la única partida que merece la pena jugar aunque se pierda.

Cuba ha vivido sus años más difíciles, el papel sanitario pasó a ser un milagro en casa. El turismo es el último bastión de una economía devastada, “Ahora por no haber, ni basura había (…) No había nada que echarle a un perro, caminaban escuálidos y sarnosos por la ciudad, tampoco había transporte para llevarlos a la perrera”, y mientras el pueblo soporta altivamente el bloqueo, el gobierno se preocupa por proteger la economía y la moral: es delito que un cubano cargue dólares en su bolsillo o entre a hoteles destinados a los turistas; los bares se han acabado, la prostitución es ilegal y se oficia casi ritualmente en una falsa clandestinidad.

La existencia se ha vuelto una eterna espera ¿de qué? no importa. Pese a las colas y el hambre, todos los cubanos son iguales, de ciudadano a ministro se hablan de “compañero”, y la inevitable burocracia, ha dejado de lado al menos la indiferencia de las jerarquías de clase. La Habana resiste y en el ingenio ante la escasez radica su fuerza, hay más calor humano que climático en la ciudad. Hay en esa espera común un estrecho lazo que une a los desposeídos que ponen sobre la mesa lo único que queda para el otro: la propia vida, el propio cuerpo.

Precisamente estos rasgos de la condición humana que exigen una búsqueda inconsciente por la comunicación primigenia, son acompañados por las pinturas de Eduardo Roca “Chocolate”: insertas entre los cuentos de Habana Roja, retratan la estrecha relación del hombre con la naturaleza, revelan sus raíces ancladas en la pasión que bulle en los relatos. No se necesita ser un experto en arte o un maestro de la intertextualidad para saberlo: los sentidos excitados con el murmullo de los cuentos hacen una pausa ante cada imagen, saben que hay en ella una historia paralela a la leída, buscan en ella un preámbulo a la siguiente…

Una atmósfera oscura cubre el ambiente de la Habana, no es sólo la noche que cae: es la pasión de los cuerpos que se buscan en las posadas; un músico ensaya su próxima función, una que lo lleve quizás más allá de su isla, de su pasado; el propietario de un vehículo que se dedica a “botear” (hacer de taxista ilegal para completar el dinero diario); el contrabandista de carne, o el jinetero que busca un rato de diversión para él y sus clientes. La Habana hierve de noche, y un extranjero con buenos amigos se aventura en un mar de caderas… mañana será otro día, quizás llegue el reporte del amante que faltó a la cita, un brazo extraño empujará su último aliento por el barranco y de nuevo el desencanto, de nuevo la espera ¿qué traerá la marea cuando caiga la tarde?