Cuando se logra conjuntar un puñado de visiones –proféticas o delirantes, afirmativas o ambiguas, bellas o tenebrosas- se suele tener la vaga impresión de que parte de la urdimbre del tiempo ha quedado al descubierto. Y entonces comprendemos muchas cosas que nos visitaban en formas incongruentes e indecibles, y sentimos el alivio y la resignación de sabernos menos insulares.
Esto ocurrirá, sin duda, con los dos nutridos y sazonados tomos de Conjuro Capital, esos dos libros donde se reúnen en un jaula de tiempo, pero también de asombro, los demiurgos literarios de la desaforada Bogotá. Sin lugar a dudas, allí está impresa la imaginación vengadora de algunos de los nombres más significativos de la última literatura colombiana, en los difícilmente asibles géneros del cuento y la poesía.
Entre quienes concurrieron a esta cita excepcional se cuentan entre otros: Santiago Mutis, Nicolás Suescún, Juan Gustavo Cobo Borda, Eugenia Sánchez Nieto, María Clara González, Armando Rodríguez Ballesteros, Gonzalo Mallarino Flórez, Mauricio Contreras Hernández, Gabriel Arturo Castro, Omar Martínez Ortiz, John Fitzgerald Torres, Sandra Uribe Pérez, Federico Díaz-Granados, Hellman Pardo, Felipe Martínez Pinzón, Juan Sebastián Gaviria, Robert Max Steenkist; y en Cuento: Luis Fayad, Roberto Rubiano, Miguel Torres, Colombia Truque, Lina María Pérez, Guido Tamayo, Francisco Sánchez, y Enrique Ferrer Corredor, de quien publicamos a continuación uno de sus relatos.
