André Breton

Surrealista, romántico, anarquista, sacerdote, dócil, inclemente, dulce y fiero, enamorado, promulgador del escándalo, propulsor del anatema, freudiano, anti-freudiano, trostkista, sensualista, místico, mítico, terrorista... todo esto fue André Bretón, el Papa del Surrealismo, y alguien que con sus obras -Nadja, Los Manifiestos, El Amor loco, Los Vasos comunicantes, la Inmaculada Concepción, etc…-intentó poner en entredicho el aparato racional de Occidente. Nacido en 1896 y muerto en 1966, su legado aún cabalga por el mundo. Entre sus amores estuvo Alphonsine Donathiel Marqués de sade, el escritor que en el siglo XVIII creó una teología contra el amor y un fresco brutal sobre la finitud y la caída del cuerpo.

EL MARQUÉS DE SADE

El marqués de Sade ha vuelto a entrar en el volcán en erupción
De donde había salido
Con sus hermosas manos todavía ornadas de flecos
Sus ojos de doncella
Y ese permanente razonamiento de sálvese quien pueda
Tan exclusivamente suyo
Pero desde el salón fosforescente iluminado por lámparas de entrañas
Nunca ha cesado de lanzar las órdenes misteriosas
Que abren una brecha en la noche moral
Por esa brecha veo
Las grandes sombras crujientes la vieja corteza gastada
Que se desvanecen
Para permitirme amarte
Como el primer hombre amó a la primera mujer
Con toda libertad
Esa libertad
Por la cual el fuego mismo ha llegado a ser hombre
Por la cual el marqués de Sade desafió a los siglos con sus grandes árboles abstractos
Y acróbatas trágicos
Aferrados al hilo de la Virgen del deseo