Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799)


Irónico, agudo, detector de recias paradojas, incrédulo y festivo, Georg Christroph Lictemberg es uno de los aforistas que logran perdurar y todavía navega en nuestra memoria. Nació en Oberranstad y murió en Gotinga en 1799. Es un representante nato del pensamiento libre, y dedicó su existencia, además de escribir, a la investigación científica. Adelante algunos de sus traficados relámpagos verbales.

No estaría mal un libro de primeros auxilios para escritores.

He notado claramente que tengo una opinión acostado y otra parado.

En la Tierra no hay superficie más interesante que el rostro humano.

Leer equivale a tomar prestado; inventar, a saldar cuentas.

Al escribir mantén la confianza en ti mismo, un orgullo noble y la certeza de que los demás no son mejores que tú; ellos evitan tus errores y en cambio cometen otros que tú has evitado.

En ocasiones paso ocho días sin salir de casa y vivo muy contento. Un arresto domiciliario de la misma duración me enfermaría. Si hay libertad de pensamiento, uno se mueve con ligereza en su círculo; si hay control de pensamiento, aun las ideas permitidas llegan con gesto asustadizo.

Es una lástima que beber agua no sea pecado, clama un italiano, ¡que bien sabría!

Si bien los peces son mudos, sus vendedoras hablan por todo lo que ellos callan.

Hay cierto estado (bastante frecuente, al menos para mí) en el que la presencia de una persona queridísima es tan insoportable como su ausencia, o al menos en su presencia no sentimos el placer que anticipábamos durante la insoportable ausencia.

Debe investigarse si acaso es posible hacer algo sin tener en mente el interés propio.

Eso que ustedes llaman corazón está bastante más abajo del cuarto botón del chaleco.

Todo hombre tiene también su trasero moral, que no enseña sin necesidad y mientras puede cubre con los pantalones de la decencia.