Segundo centenario del nacimiento de Poe

Por Enrique Vélez

En Nueva York en noviembre de 1845, siendo propietario y editor del THE BROAD WAY JOURNAL en medio de su desesperación y recién salido de una aguda depresión que lo mantuvo en cama por más de dos meses, escribe Poe a su amigo Evert A. Duyckinck, famoso editor en dicha ciudad y conocido por su CYCLOPEDIA FOR AMERICAN LITERATURE: “Creo que estuve loco, y en verdad creo que he tenido muchas razones para estarlo…y la razón para escribirle esta nota , (una vez más) es para implorar su ayuda. Por supuesto que ni siquiera necesito decirle que mi problema más urgente es el de necesitar plata en efectivo. Encuentro que lo que le he dicho en relación con los prospectos del Broad Way Journal es estrictamente correcto. Un alivio inmediato lo pondría en excelente circulación”. En diciembre de 1.853 en París, también en medio de sus tribulaciones económicas y sus persistentes dolencias físicas Charles Buadelaire escribe a su editor y amigo Paul-Emmanuel-Auguste Poulet Malassis, quien le publicara sus “Flores del mal”: “Le pido no diré que muy insistentemente, porque sería decirle una impertinencia, le pido simplemente, si ello es posible, en cuanto reciba mi carta, una suma cualquiera…Para mí se trata sencillamente, de lograr algunos días de descanso, y de aprovecharlos para terminar unas cosas importantes que darán un resultado positivo, el mes que viene…En cuanto a mí mi vida, como ya lo adivina, estará siempre hecha de cóleras , de muertes, de ultrajes, y sobre todo de descontento de mi mismo.”.

Dos colosos de la literatura y la poesía similares en muchos aspectos implorando comprensión y ayuda económica, convulsos en el sórdido laberinto del alcohol y las drogas, inmersos en la enfermedad definitiva en pertinaz carrera contra la muerte que ya acecha y la vaga e impalpable fama literaria. Transidos de desolación y desesperanza, cada uno en mundos literarios diferentes, el primero en Estados Unidos y el segundo en Francia, pero mundos literarios que no los comprendían ni aceptaban dada la supremacía que había adquirido en el mundo lo material sobre lo espiritual. Dos luchadores sin tregua de la idea y de la pluma, delirantes, obcecados, quijotes en la expresión.

Contemporáneos en buena parte de sus vidas, Edgar Allen Poe (Boston, 19 de enero de 1.809 – Baltimore, 7 de octubre de 1.849), Charles Pierre Baudelaire (9 de abril de 1.821 – 31 de agosto de 1.867), Poe: periodista, crítico, poeta y escritor, Baudelaire: traductor francés, crítico de arte y poeta por excelencia, los dos huérfanos de padre desde muy jóvenes y por consiguiente en su adolescencia, sometidos en su indefensión a los caprichos de sus padrastros. Poe, aunque nunca fue adoptado formalmente tomó el apellido Allan de su padrastro quien, por caridad, lo recogió al morir sus padres. Baudelaire siempre odió al suyo Jacques Aupick, vecino de cuarenta años, con quien, muerto su padre, su madre contrajo matrimonio cuando él apenas contaba con siete años y unión que él a lo largo de su vida entendería como ausencia de amor maternal y que lo marcaría emocionalmente en forma indeleble por el resto de sus días.

Desde 1.848, el año anterior al de la muerte de Poe, empieza Baudelaire a escribir sobre la genialidad del americano y continuaría haciéndolo hasta comienzos de los años sesenta, tres o cuatro años antes de su propia muerte. Es Baudelaire quien descubre para Europa y si se quiere para el mundo a ese huérfano de padres, huérfano del verdadero reconocimiento literario que merecía y huérfano de fortuna, que murió a sus escasos cuarenta años en Baltimore hambriento, harapiento y tirado en una zanja. Baudelaire lo traduce, lo interpreta y lo vive en él mismo, al punto de afirmar que había descubierto en Poe ideas y frases enteras que él mismo ya había textualmente concebido. Y no podía ser de otra forma pues fueron seres que padecieron de los mismos fantasmas: soledad, abandono, miseria, enfermedades prematuras, envidia literaria, alcohol, drogas y profunda pobreza, provocadas en buena medida por el pensamiento burgués de la época, similar al de hoy, que ve al artista no solo como un ser insignificante que busca lo absoluto y lo profundo en contraposición a lo pragmático, al resultado palpable y material que es la esencia de la moral burguesa y que redujo con saña y sin miramiento moral alguno sus existencias a niveles de indigencia.

Es justo, en la conmemoración de los doscientos años de nacimiento de Poe, exaltar su memoria y de paso la de su amigo en la sombra, que nunca conoció, por haberlo entendido con justicia y haberle reconocido su verdadero valor inconmensurable de escritor y de poeta, al punto que nunca sospechó que Poe sería pilar fundamental de la literatura de su patria y del mundo, con marcada influencia en el simbolismo francés y el surrealismo posterior. Paz en sus tumbas.