PALESTINA EN EL CORAZON II

A veces nos preguntamos por qué el universo colectivo, el de las ideologías uniformadas y terribles, el de los seres humanos que son tratados como esquiroles o mecanos, se impone de manera tan sorda, abriéndole camino a los gestos soberbios de quienes manejan las sangrientas cuerdas de nuestro porvenir. ¿Por qué, si cualquier llamado o convocación a fundarnos en la diferencia y rechazar las vilezas de los malos tiempos, obtiene una respuesta tan cálida y conmovedora? Nuestro especial Palestina en el Corazón fue una prueba de ello: la receptividad que obtuvo fue apabullante y abrió camino a esta segunda parte. En ella, la reconocida poeta Palestina Nathalie Handal colabora con un poema desgarrado que fue traducido especialmente para Con-Fabulación, e igual lo hacen el venezolano Luis Alejandro Contreras, El mexicano José Ángel Leyva y los colombianos Jairo López y Jorge Mora. Escuchen el gran concierto contra la ignominia.

UNE FOIS PARIS
Por Nathalie Handal

A ti, Mahmoud Darwish (1941-2008)

Me recibes en la puerta.
Un verre de vin rouge—Château Margot.
Busco a aquéllos que
pudieron seguirnos,
busco el muro a nuestras espaldas, al frente.
Nos sentamos. Entre nosotros, el Aranjuez.
Es medianoche o es tarde.
Es mañana o es día.

El silencio ha desgarrado nuestras voces.
Hace frío en París. La oscuridad comienza temprano.
Place des État Unis.
Los árboles pierden sus hojas, un pájaro cuyas alas
crece en tus manos.
Un deseo. El eco de un disparo.
Un río. La bala que hirió
a Cervantes, dices.
Lo recuerdo, respondo
dejamos su libro en el sueño de antaño.
¿Podríamos regresar,
o la prisión ha venido con nosotros?
¿Quiénes somos si la tierra está atrapada
en una pintura sin firma?
¿Dónde están tus ojos?
Pasión. Palma. Aliento.
Sólo París nos permite
creer en nuestras metáforas.

Envidiamos a aquéllos que
siguen de largo ante nosotros, tan fácilmente.
Ellos duermen en sus camas
mientras nosotros buscamos las nuestras.
El hogar es más lejano que nosotros—
flores de naranjo, aceitunas y café.
Me derrumbo para sostenerte,
me ayudas en mi caída,
un cigarrillo a la vez.
Dices, ellos siempre nos encuentran,
un pueblo a la vez.
Ellos dicen, ésta es ahora nuestra casa
pero hay una habitación disponible
aunque no la merezcas.
Dices, escucha a Beethoven.
Y yo sigo tus ojos
para entender tus sombras en la multitud,
una patria, una madre ausente.
¿Acaso olvidaron que podemos amar?

Escuchamos el Ave María.
Me das un poema
sobre una joven que amaste.
Las ventanas se llenan de noche,
de herida, herida henchida de eco,
eco henchido de lamento.
Me acerco a ti.
Añoro dormir en el lugar
que duerme profundo en tu alma,
desearía sostener la mano de tu madre,
la mano de mi padre.
Desearía ver a Carmel desde tus ojos.
La joven que besaste.
Seis, sesenta inviernos, veranos.
Gotas de lluvia apilándose en nuestras oraciones,
en los pasos que nos prohíben dar.

Hoy vendrán los pájaros, me dices.
La tierra es más pequeña que la tierra,
aún más pequeña que nuestros movimientos.

Digo tu nombre y respondes.
Muerte, has vencido a la muerte.
La libertad que te tomó te lleva,
y yo encuentro los colores de nuestro mapa desteñido.
No te despides, nunca cruzas, solo cruzas.
Salimos al encuentro de la muerte, para que la muerte no nos encuentre.
Cerramos las puertas, recordamos las arboledas,
los versos que escribiremos, las cartas que jamás enviaremos.
Inshallah, dices, a bientôt.
Inshallah, diré, sí, la tierra habla árabe.